Al conocer la desafortunada noticia de la muerte de Heraldo Córdoba, conocido en El Tambo por su don de amistad. No queda sino la expresión de gratitud por la vida de quien llevaba este nombre: Heraldo, que significa mensajero, el que anuncia y, en ocasiones, emisario.
Cada vez que tomaba un helado en su carrito no faltaba la charla y en sus expresiones se notaba el amor por El Tambo. Por ejemplo, decía: “Que bueno sería que nos den una capacitación para atender mejor al turista”, complementaba diciendo: “y que tengan conciencia algunas familias y negocios en la plaza del pueblo para que no saquen la basura el día que no pasa el carro recolector porque eso se mira feo y además los perros terminan esparciendo ese mugrero”.
Heraldo sabía muy bien que la carta de presentación del pueblo es el parque, en este caso, La Libertad, y que sencillamente se lo debía mantener bien presentado “pero a este parque hace décadas que no le invierten un peso” decía y tenía razón.
Aquel mensajero, que vendía helados en su carrito estacionado en la esquina del parque que colinda con el templo de Jesús Nazareno en El Tambo, poseía una conciencia social y cultural que reflejaba un compromiso con su patria chica y, en su momento, en las personificaciones que realizó en el Carnaval de Negros y Blancos de El Tambo alegró a propios y visitantes.
Fue y seguirá siendo apreciado y querido por su familia y amigos. Mejor dicho, familias que lo acogieron como suyo.
Una de las fotografías de especial recordación, de varias que se pueden encontrar, de Heraldo Córdoba, es donde se encuentra disfrazado de El Quijote de la Mancha, al lado de su fiel escudero Sancho Panza y en este momento de su partida, es como si nos recordará algunas de las frases contundentes del hidalgo:
