jueves, septiembre 19, 2024
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La paz es el triunfo de la cultura sobre la barbarie: Samaniego canta con el corazón herido

En Samaniego, un municipio enclavado en la rica geografía de Nariño, donde la música y la cultura florecen como símbolos de identidad, la violencia ha dejado una cicatriz profunda en el tejido social. El contraste entre el sonido aturdidor de la explosión de una moto bomba y las melodías sublimes de la Banda Sinfónica Nacional de Colombia es un reflejo de la dualidad que enfrenta esta comunidad: la devastación de la violencia y la inquebrantable búsqueda de paz a través de la cultura.

El reciente atentado, que vuelve a teñir de dolor a Samaniego, es un recordatorio brutal de la fragilidad de la paz en territorios donde los grupos armados o personas con violencia en su ser, siguen imponiendo su ley. Sin embargo, la respuesta de la comunidad, marcada por su asistencia masiva al concierto de la Banda Sinfónica, es un acto de resistencia y un grito de esperanza. En un contexto donde la violencia amenaza con despojar a los pueblos de su humanidad, la música es como una forma de catarsis colectiva, una herramienta para sanar y reafirmar la identidad cultural.

Este acto sublime de esperanza evoca la filosofía de la no violencia activa de Mahatma Gandhi, quien enseñó que la verdadera fortaleza reside en resistir la opresión sin recurrir a la violencia. La no violencia activa es más que un rechazo a la violencia física; es una metodología de acción y una forma de vida que busca desarticular todos los tipos de violencia: económica, racial, religiosa, sexual, psicológica y moral. Es un llamado a llevar la paz dentro de uno mismo y compartirla con los demás, tal como exhortaba Silo al decir: “con un enfoque violento de la violencia, no resultará la paz”.

El Gobernador de Nariño, Luis Alfonso Escobar, expresó con dolor y determinación que “este acto de violencia es un ataque directo a la paz y al proceso que estamos construyendo en esta región”. Sus palabras reflejan el sentimiento de una comunidad que, a pesar de los embates de la violencia, se niega a ceder en su anhelo de vivir en paz. La tragedia de la masacre de ocho jóvenes en 2020 aún resuena en la memoria colectiva, y el reciente atentado con la moto bomba reaviva ese dolor, pero también refuerza la determinación de los samanieguenses.

En medio del caos y la desesperanza, la música se convierte en un bálsamo para el alma herida de Samaniego. El coliseo, testigo de innumerables eventos culturales, se transformó en un santuario de paz, donde cada nota que emanaba de la Banda Sinfónica Nacional de Colombia se convirtió en una declaración de resistencia. Es un recordatorio de que la paz no es una concesión de los violentos, sino el triunfo de la cultura sobre la barbarie.

La historia de este municipio es una historia de resistencia. A pesar de ser azotada por la violencia, su gente se mantiene firme en la convicción de que la cultura y la música son caminos hacia la paz. La resiliencia de este pueblo es un testimonio del poder transformador de la cultura, que no solo preserva la identidad, sino que también sirve como un medio para superar la adversidad.

El pensamiento de Nelson Mandela, quien enfrentó y superó décadas de opresión con una convicción inquebrantable en la justicia y la reconciliación, resuena profundamente en el contexto de Samaniego. Mandela decía: “Muchas personas que conviven con la violencia casi a diario la asumen como consustancial a la condición humana, pero no es así. Es posible prevenirla, así como reorientar por completo las culturas en las que impera”. Estas palabras son un recordatorio de que, aunque la violencia puede parecer omnipresente, no es inevitable ni inherente a nuestra naturaleza. Es una realidad que puede y debe ser transformada.

La historia de Samaniego nos enseña que, aunque la violencia puede parecer insuperable, siempre existen alternativas. La no violencia activa, tal como lo proponían Gandhi y Mandela, no es una mera utopía, sino una estrategia viable y poderosa para enfrentar la opresión y la injusticia. Es un recordatorio de que la violencia no es inevitable y que las comunidades tienen el poder de cambiar sus destinos a través de la cultura, la educación y la resistencia pacífica.

La lección de Samaniego, reforzada por las palabras de Mandela, es clara: la violencia no es inherente a la condición humana. Es un mal que puede ser prevenido y transformado. En el caso de Samaniego, la música y la cultura son las herramientas que están reorientando su historia, alejándola de la violencia y acercándola cada vez más a la paz que tanto anhelan y merecen. Que este ejemplo sirva de inspiración para otras comunidades, demostrando que, incluso en los contextos más difíciles, la paz es un objetivo que vale la pena perseguir con todas nuestras fuerzas.

En un mundo donde la violencia y la injusticia parecen dominar, la paz se construye desde la resistencia cultural y la resiliencia comunitaria. La violencia puede intentar arrebatarles sus sueños, pero la música, la unión comunitaria, la vecindad, la amistad, el amor, son expresiones puras del alma, y se convierten en un escudo impenetrable. Samaniego, con cada concierto, con cada acorde que resuena en sus calles, reafirma que su lucha no es en vano, que su búsqueda de paz es un acto de valentía y amor por la vida.

Que cada nota que suene en este evento sea una declaración de que nada ni nadie podrá arrebatarnos el sueño de vivir en paz. Samaniego, un territorio de paz, envía un mensaje poderoso al país: la paz es el triunfo de la cultura sobre la barbarie.

Felipe Andrés Criollo
Felipe Andrés Criollohttps://www.elradardelsol.com
Comunicador Social - Periodista, Especialista en Pedagogía de la Virtualidad, Maestrante en Pedagogía Social. Docente universitario. Correo: crifean@gmail.com
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