Un certero operativo ejecutado por la Fuerza Pública en zona rural del municipio de Mosquera, Nariño, desmanteló una sofisticada estructura criminal que operaba bajo el mando de alias Tío, presunto articulador logístico de una red de narcotráfico con conexiones directas hacia Estados Unidos. La intervención, calificada por el ministro de Defensa, Pedro Arnulfo Sánchez, como un «golpe quirúrgico», inhabilitó una avioneta, una pista clandestina y un laboratorio de procesamiento de cocaína.
Según el reporte oficial, la red tenía la capacidad de mover hasta 5 toneladas de droga al mes mediante vuelos ilegales que despegaban desde pistas artesanales construidas en la selva del Pacífico sur colombiano. La operación, en la que participaron la Policía Nacional, la Fuerza Aérea Colombiana, la Fiscalía y la DEA, logró incautar:
- 100 kg de base de coca
- 480 kg de hoja de coca
- 700 galones de insumos líquidos
- 50 kg de químicos sólidos
Además, fue destruida la infraestructura esencial que permitía el procesamiento y envío de cargamentos aéreos. Esta logística era coordinada por alias Tío, quien no solo perdía con ello su capacidad operativa, sino también el control territorial y el poder dentro de una estructura criminal más amplia.
Aunque las autoridades celebran este como un avance significativo en la lucha contra el narcotráfico, el contexto exige una lectura más profunda. Alias Tío es una pieza, no el tablero. La red que operaba en Nariño es apenas una célula dentro de una estructura fragmentada, transnacional y adaptativa. En regiones como esta, donde el Estado ha llegado más con helicópteros que con hospitales, los golpes tácticos no sustituyen la necesidad de presencia permanente e inversión social.
Asimismo, la colaboración con agencias internacionales como la DEA muestra una apuesta por la estrategia de interdicción, pero ¿qué tan sostenible es una guerra aérea contra un fenómeno enraizado en tierra?
El golpe a alias Tío representa una fractura importante en las rutas aéreas del narcotráfico desde el Pacífico nariñense. Sin embargo, su verdadero valor dependerá de la capacidad institucional para ocupar ese vacío con alternativas legales y sostenibles. De lo contrario, nuevas pistas y nuevos «tíos» seguirán apareciendo entre la bruma de la selva.
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