El relanzamiento de la campaña Mejor sin pólvora congregó a autoridades, Iglesia, comunidad y organizaciones en un compromiso por reducir en un 30% los casos de quemados en Nariño. Aunque la estrategia apunta a la sensibilización y control del mercado ilegal, los números revelan una verdad incómoda: sin educación ciudadana estructural y sostenida, el peligro seguirá encendiendo cada diciembre.
El Gobierno Departamental de Nariño reactivó su campaña Mejor sin pólvora, con la ambiciosa meta de reducir en un 30% los casos de personas quemadas por pirotecnia. A través de un acto simbólico, firmaron el compromiso ciudadano delegados de los 64 municipios, líderes religiosos, activistas y representantes institucionales. La iniciativa pretende no solo erradicar esta práctica peligrosa, sino también transformar una cultura profundamente arraigada que asocia la celebración con la pólvora.
En palabras de la directora del Instituto Departamental de Salud de Nariño (IDSN), Ana Belén Arteaga, “el tema del uso de pólvora en todas las etapas del año, pero especialmente en diciembre, es complejo y está relacionado con un hábito profundamente arraigado en la población que probablemente piensa que celebra mejor si usa pólvora”.

Las cifras respaldan su preocupación. Antes de la pandemia, Nariño reportaba entre 50 y 80 casos anuales de personas lesionadas por pólvora. Sin embargo, desde 2020, los casos se duplicaron. “En la vigencia 2023-2024, pasamos a 140 casos en promedio. Específicamente en 2023 se registraron 149 casos. En 2024, la cifra fue de 107 personas afectadas”, detalló Arteaga.
Esta tendencia al alza se atribuye, entre otras razones, al deterioro emocional pospandémico, pero también a una cultura de impunidad y permisividad que permite el fácil acceso a estos artefactos explosivos. “Hay personas que han visto amputadas partes de su cuerpo, otras que pierden la visión, y algunas incluso han perdido la vida”, enfatizó la funcionaria, quien añadió que la campaña también busca generar conciencia sobre el impacto ambiental y en los animales.
Pese a las campañas institucionales, Nariño sigue figurando entre los departamentos con mayor número de quemados por pólvora. Esta situación exige medidas más profundas que operativos o jornadas de sensibilización esporádicas. “No podemos lograr resultados si no contamos con la participación y con la decisión firme de cada persona. Este es un hábito dañino que hay que erradicar”, sentenció Arteaga.
El secretario de Gobierno Departamental, Fredy Gámez, advirtió sobre la necesidad de reforzar el control en los municipios que abastecen ilegalmente a ciudades como Pasto y Tumaco. “Ese control que debe haber en los otros municipios es un trabajo arduo que se va a realizar desde la Subsecretaría de Gestión Pública (…) para que no se realice la pólvora y además de eso se comercialice tan libremente”, explicó.
La estrategia contempla acciones conjuntas entre la Gobernación, el IDSN y la Fuerza Pública, así como medidas de transición laboral para las personas que dependen de la producción y comercialización de pólvora. Aunque la campaña se enfoca en la prevención inmediata, expertos insisten en que sin una política sostenida de educación ciudadana —desde las aulas hasta los barrios— no habrá transformación real.
Como punto positivo, 17 municipios del departamento fueron reconocidos por no reportar incidentes relacionados con pólvora en la última temporada. Tumaco, Consacá, El Contadero, El Peñol, Gualmatán, Imués, La Tola, Linares, Mosquera, Olaya Herrera, Policarpa, Potosí y Ricaurte, entre otros, demostraron que es posible cambiar cuando hay compromiso institucional y voluntad comunitaria.
Sin embargo, estos avances siguen siendo excepcionales en un panorama donde la tradición se impone sobre la prevención, y la alegría de las fiestas se cobra con quemaduras, traumas y muertes evitables.
La campaña Mejor sin pólvora representa un paso necesario, pero insuficiente, si no se acompaña de un programa de cultura ciudadana serio, continuo y territorializado. Las cifras lo gritan: las estrategias actuales no logran erradicar la práctica, solo la mitigan temporalmente. En un departamento con altos índices de afectación, urge pasar del activismo de diciembre a la formación cívica permanente. La pólvora no solo quema la piel: también consume la esperanza de un Nariño más consciente y solidario.